Friday, August 15, 2008

María se acodó en el balcón, cansada y pensativa. El viento le arremolinó el cabello y Maria cerró los ojos, dejándose acariciar por el aire tibio del anochecer veraniego. En el departamento no habia nadie: Maria estaba sola y eso la llevaba a reflexionar asi, con el pelo suelto, la bata bien sujeta contra su cuerpo y la mirada perdida en el horizonte. El Hombre se había ido media hora atrás, agotado y satisfecho: María pensó que nunca habia visto algo tan hermoso. Se habian conocido por casualidad, habian entablado un diálogo animado y después de un tiempo prudencial, se habian enredado entre las sábanas en un festín de piel, labios y gemidos.
Sonrió un poco al recordar, regodeándose en el perfume a saciedad que la impregnaba. Pensó que tenía que ducharse, pero no se movió. Pensó en comer, pensó en vestirse y después pensó que no habia nadie que la urgiera a romper la quietud en la que estaba sumida. Las estrellas empezaban a resplandecer en el cielo y la brisa le traía los sonidos de la realidad distante.
Fue entonces que recordó al Otro. A ése cuyo olor ya no emanaba de las sábanas pero que plagaba la mente de María cada vez que cerraba los ojos, especialmente en anocheceres como este. Sus Hombres la hacían pensar en el Otro: en sus dedos hundiéndose en sus flancos, en el calor que irradiaba en la cama por las noches y que hacía que María no pudiera dormir. En cómo le había confesado que entre ellos no iba a poder ser, que ambos tenían otras ambiciones que los alejaban. En lo fría que estaba la cama y en lo imposible que se le hacía conciliar el sueño.
Del Otro tampoco había estado enamorada, pensaba Maria, con el corazón resguardado bajo tantas llaves que el amor no llegaba a alcanzarlo. Por algun motivo, sin embargo, el Otro se le había atravesado en la vida, alterándola irremediablemente para luego irse tan abruptamente como habia llegado, dejándola sin nada.
María sonrió de nuevo: sin nada, no. La partida del Otro la había dejado sola, sola y desconcertada. Una vez pasado el desconcierto, María seguía sola, pero entendió que se habia encontrado a si misma.










Lo escribi por partes, en dias distintos, en clase. Voy a tener que hacer algo antes de que se me atrofie irreparablemente la imaginación. Y la mano.